Por Michelle Mijares
Estructuras. Configuración de elementos que conforman un todo. Todos tenemos estructuras, las bases y cimientos que nos sostienen en la actualidad y forman en conjunto lo que somos. Para mi las estructuras son las personas que nos han acompañado en cada etapa del camino, en cada bache de la carretera. Pero ¿qué pasa cuando tambalean? ¿qué sucede cuando comienzan a transformarse? Temblamos. Y siento que llevamos ya buen rato en un constante terremoto. Lo que antes era fundamental ya no está. Y con el tiempo ha dejado de ser importante. He notado que con el tiempo las decisiones que tomamos nos empujan sin preguntas a hacer y deshacer lo que antes era obvio. A cuestionarnos lo que pensamos que era para siempre. Trato con empeño el no intelectualizar mis emociones, pero al ver el panorama de desastre y derrumbe de los cimientos frente a mí, me obligó a preguntarme: ¿Se vale estar triste? ¿Está bien tener luto por lo que un día fue y ya no es? Creo que sí. El cambio siempre trae cosas buenas con él, pero esto no significa que el vivirlo siempre nos traiga alegría inmediata. Se vale estar triste. Se vale llorar. Se vale ponerte a escribir tus emociones para que las lean un montón de extraños, para ver si alguien más logra entender. Al evolucionar se rompen ciclos. Perder viejas costumbres, tradiciones, mañanas, películas y canciones es romper para armar de nuevo lo que somos.
Considero que se habla mucho en la crisis de los veintes de lo difícil que es evolucionar en algunos aspectos. Lo laboral se encuentra en constante incertidumbre, logrando que nos preguntemos a diario si estamos haciendo algo que realmente queremos o solo seguimos la corriente más fácil del río. Hablamos mucho también de las relaciones y el amor. Del juego que asimila un partido en cancha. El ghosting, ligues por instagram, aplicaciones, citas, consejos. Una infinidad de temas que nos dicen que hacer y que no. Escribimos sobre lo difícil que es madurar y tener que mover tus prioridades y planes a futuro constantemente. Pero ¿alguna vez hemos hablado de lo que es dejar a personas en el camino? Esas personas que nunca pensaste que se irían. Que por alguna o otra excepción a la regla se quedarían. En los cambios, en la marea alta. ¿Qué pasa cuando volteas hacia atrás y te das cuenta que quienes siempre te acompañaban ya no están? Son estructuras. Las personas nos conforman, nos moldean. Una amistad representa un lazo que va más allá de la compañía. Una amistad representa un vínculo de amor. ¿Porque se van? ¿por qué se pierden?
Perder amigas para mi fue como perder el aire. Poco a poco el oxígeno se fue agotando hasta dejarme suplicando por más. Verlas irse con el tiempo y como el daño colateral de las decisiones que tomamos fue un knock out de realidad. Nunca esperas que te pase ¿verdad? Pensamos siempre que somos la excepción a la regla y que por alguna razón contigo las personas decidirán quedarse. Creemos que por distingo las personas aguantarían. Tus altas y bajas, tus desastres y victorias. Pero como todo en la vida algo cambia, se prende un switch. Y de repente te encuentras a ti mismo viendo el techo mientras comprendes que quizá no eres tan especial como creías. Que tal vez los errores que has cometido no todos pueden perdonarlos, y que tu amistad quizás no sea lo que alguien más necesita. Creo que la parte más difícil de ver los cimientos a los que estabas acostumbrado tambalear frente a tus ojos es la siguiente: no eres un personaje fundamental en todas las historias. No eres vital para los demás. Eres por default el protagonista de TU vida, lo que te da el poder de decir quien lleva un papel importante y quien no. ¿Y adivina que? Para los demás aplica igual.
Es un dolor difícil de explicar. Duele diferente. Terminar amistades no trae consigo los clichés de terminar una relación amorosa. Perder viejas bases como lo son las personas con las que crecimos, no te empuja a querer tomar tequila y combinarlo con nieve, tampoco a hacer maratones de comedias románticas, ni que tu mejor amiga sea una caja de kleenex. Es raro. Correrías antes por este tipo de dolencia a tus lugares seguros, las personas y los momentos que un día significaron paz para ti. Pero un día volteas y solo quedan vestigios del recuerdo, ya no están ahí. Yo sé que duele. Sé que crecer y evolucionar constantemente (y sobre todo en tus veintes) es más difícil de lo que hablamos. Nos sentimos en constante crisis. En constante cataclismo. Depende del día tambalea un pilar diferente que te empuja al cambio y de la nada comienzas a cansarte de siempre intentar mantenerlo todo junto. Estas sobre un puente que te lleva a tu futuro y voltear hacia atrás cada día te parece más difícil. Lo sé. Pero no podemos controlarlo todo. Evolucionar y madurar traen consigo dolores de los que considero que no hablamos lo suficiente. El perder lo que un día fue tan importante para hacerle espacio a lo que viene es una tristeza válida. Una tristeza justificada. Madurar implica cambiar tus prioridades, modificar tus planes, tus conductas. Para todo esto necesitas personas que quieran estar contigo cuando seas desastre,cuando sea difícil. No solo cuando sea divertido y conveniente. Necesitas a alguien que te elija aunque no sea la opción más sencilla.
Por un tiempo me aferre a que quizás con conversaciones profundas todo podría arreglarse, podría volver a ser como antes. Que tal vez si lo intentaramos lo suficiente los mismos chistes nos harían gracia de nuevo. Quizá el viejo bar al que solíamos ir nos volvería a parecer divertido, o simplemente nuestra compañía volvería a traernos la misma alegría que nos dio. Pero ya no es posible. ¿Sabes por qué? Porque por más que intentes detener el tiempo y congelar a las personas que un día estuvieron contigo, ya no están ahí.
Creo que las cosas terminaron cuando debían terminar. Estamos creciendo. Eso significa que dejaremos de hablar y vernos tanto como solíamos hacerlo y eso es solo realidad. Que con el paso de los días y los meses dejaremos de ser importantes para otras personas, y comenzaremos a darle entrada a experiencias y memorias nuevas. Pero para las personas que ya no están, solo me queda decir: las dejo libres. Las dejo libres de mi costumbre de preguntar como están y que les hace falta todos los días. Libres de mis inseguridades que me hacían buscar complacer en todo momento. Libres de todas las cosas de mi que las hacían rabiar. Libres por fin. De mis bromas estúpidas y risas escandalosas. De las lágrimas infantiles que soltaba cuando la indiferencia que mostraban lograba herirme. Libres de mi. De mis días grises, de mi cariño, de mi amistad. Las liberó porque me libero a mi misma de la dolorosa necesidad de necesitarlas.
Quizá el amor que le damos a las personas que ya no caben en nuestra vida las rebasa. Nadie da lo que no tiene. Dar a manos a llenas cansa. Y tratar de mantener a personas que quieren irse te rompe un poquito más cada que sale el sol. Cansa suplicar que te quieran, que te acepten. La vida te empuja a seguir tu camino para construir nuevos cimientos. Para dejar solos los espacios donde las personas ya no encajan, y permitirle la entrada a algo diferente, algo mejor. Me gusta pensar que si miran atrás pensarán en mí como una persona que amo con lo mejor que pudo. Aunque no fuera siempre lo que querían o necesitaban. Que podrán verme como una amiga que pudo ser para toda la vida, si tan solo hubiéramos trabajo por ello un poquito más. Pienso que nunca fui tan mala como me hicieron creer, que quizá solo necesitaban que fuera mala para justificar algunas cosas. Con cada nueva pérdida solía sentirme reemplazable e insuficiente. Completamente desechable. Y qué golpiza emocional es tener que soltar a personas que no quieres dejar ir, dejando que todo este peso te haga sentir diminuta. Pero quizá esta lección te obligue aprender a quitar la mano del fuego antes de que arda.
Vas a sanar ¿sabes? Un día dejarás de pensar lo que hay detrás de ti. En esas personas que te sostuvieron tanto tiempo y no tuvieron más que alejarse para dejarte ir. Un día dejarás de beberlos, fumarlos y pensarlos. Con tiempo. Te lo prometo. Pronto dejarás de olvidar que la persona mas importante eres tú. A la que debes dedicar más energía, más atención. Recuerda que el poder está en tus manos, y que la única forma en la que alguien puede tener poder sobre ti, es si tú se lo permites. Creo que es hora de dejar en paz lo que un día fue. Personas, relaciones, trabajos, parejas, heridas. Ya es hora de volver a ti. Ha llegado el momento de dejar de insistir donde no está lo que buscas. Llegó el día de parar de pedir a las manos cerradas. Y ya no seguir esperando en sillas que están ocupadas. Hay que parar de pretender que el otro va a entender. Y verás cómo sucede la magia. Verás como después de soltar poquito lo que duele, empezarás a ver diferentes tus mañanas. Antes de que te lo imagines verás a tu alrededor y tendrás nuevas estructuras. Verás frente a ti nuevas personas listas para comenzar junto a ti a formar nuevos recuerdos. Lo dejo escrito como alguien que ha tenido que aprender del desapego y la resiliencia a la mala: yo no podía imaginar una vida sin mis estructuras, pero después de un tiempo te das cuenta: que quizás no está tan mal después de todo.
4 comentarios
LEANLO TODOS!
Increíble!
Me encanto!!
:)