Por Cinthya Roura (@cinthya.roura)
Una de las cosas más complicadas de cuando aprendes un idioma nuevo es la gramática. Especialmente conjugar los verbos en todos los tiempos que jamás habías considerado en tu idioma natal: pasado imperfecto, condicional, futuro simple, presente progresivo, gerundios, la lista parece interminable. ¿Quién diría que habría tantas formas de decir lo que hacíamos, hacemos o queremos hacer?
Me acuerdo que en mi clase de francés en la preparatoria, la profesora nos introdujo por primera vez al tiempo conditionnel. El condicional en su versión de suposición en futuro funciona para decir algo como “Si consigo un trabajo, me compraré lo que quiera.”
Este tipo de conjugaciones no empezaron en la preparatoria. Desde que somos niñxs nos enseñan a pensar en tiempo futuro, vemos al presente como un futuro constante. “Cuando sea grande viajaré por todo el mundo” “Cuando esté de vacaciones veré la televisión todo el día.”
Pero ¿qué pasa cuando esas suposiciones que nos enseñaron a conjugar se vuelven nulas porque sucede una pandemia? ¿Qué pasa con todas las respuestas que dimos desde los cinco años cuando nos preguntaban qué queríamos ser de grandes?
El 2020 nos enseñó que nada es seguro. Nos enseñó que por más planes que tengamos en mente todo puede cambiar de un segundo a otro y, sobre todo, nos hizo cuestionarnos nuestro camino. Hoy, un año después, me doy cuenta que en realidad el tiempo pasó muy rápido, o al menos estos primeros seis meses del 2021 lo hicieron.
Si bien en el 2020 todo parecía suceder en cámara lenta ya que estábamos en nuestras casas y existía cierta tranquilidad de que el mundo entero estaba pasando por lo mismo. Ahora en el 2021 veo que muchas personas ya están saliendo, viajando y siguiendo sus vidas como en los “before times.” En México, a excepción de las escuelas, ya básicamente todos hemos regresado a la normalidad. Una normalidad que aún incluye traer cubrebocas y cargar con gel antibacterial a todos lados, pero al menos nuestros paseos ya no solamente involucran ir de una habitación a otra, sino poder salir de nuestras casas y pasar el rato en un café, parque, centro comercial o restaurante.
El tiempo avanzó y ahora en lugar de seguir suponiendo es momento de accionar. Cade vez veo a más personas emprendiendo proyectos nuevos, comenzando maestrías, mudándose a otros países o simplemente “avanzando” en sus vidas personales o profesionales. Es una expectativa social que me hace sentir sofocada: como que yo también tengo que empezar a correr y llenar mi 2021 con todo lo que no pude hacer durante el año pasado.
Mi hipótesis es que nos queremos llenar de actividades o proyectos para sentir que tenemos control sobre algo después de pasar por más de 365 días de no saber qué iba a suceder al día siguiente. Queremos vivir dos años en uno solo. Pero ¿a costa de qué?
Por más de un año fuimos forzados a mantenernos al interior, no solamente de nuestras casas sino también metafóricamente en nuestra mente y con nuestros pensamientos. Entonces no es sorpresa que cuando ya podemos salir nos sentimos abrumadxs por los estímulos externos que nos dicen una y otra vez que “compremos más”, “trabajemos más”o “hagamos más”. Como lo dice Matt Haig en su libro Notes on a Nervous Planet: “En ocasiones se siente como si hubiésemos temporalmente resuelto el problema de la escasez solamente para remplazarlo con el problema del exceso”.
Y ¿qué podemos hacer para no perdernos en el abismo de expectativas, contenido, cuestionamientos y comparaciones? Aquí te van algunos consejos de Matt Haig:
1. Ten contacto contigo mismx. Pregúntate constantemente cómo estás y si lo que estás haciendo o las personas que te rodean te hacen sentir bien.
2. Desconéctate. Como decíamos arriba, estamos rodeados de mil cosas constantemente, así que darnos al menos cinco minutos diarios de olvidarnos de nuestro email o teléfono es super importante.
3. Acepta tus sentimientos. Es completamente normal sentirnos tristes, enojadxs o frustradxs solamente no hay que dejar que afecten nuestro funcionamiento. Si aprendemos a identificar qué situaciones detonan esas emociones podremos evitarlas y así tener una vida mucho más balanceada.
Regresar a la normalidad no tiene que significar que nos saturemos de la misma forma que ya estábamos saturadxs en los años anteriores. Después de un año de introspección podemos comenzar a cambiar hábitos que nos ayuden a sentirnos bien con nosotrxs mismos, que nos ayuden a sentirnos alineadxs y en balance. Yo me di cuenta que salir a caminar a un parque o sentarme bajo un árbol me ayuda mucho a sentirme en paz y recargar energía. Así que te invito a que tu también encuentres tu propia versión de esto y poco a poco vayas haciendo a un lado a todo lo que no te aporta para dar espacio a lo que realmente te hace quien eres.