Querida niña interior,
He intentado escribirte esta carta más de una vez. Permanecía en fragmentos, en olvido, en recuerdos. Y la verdad es que cuando estoy desconectada de ti, estoy lejos de todo lo demás. Estar lejos de ti es estar lejos de mí.
En ocasiones te visito y en ti me encuentro. Regreso a ti porque te lo debo, porque me lo debo. Te veo entre olas y sueños, bailando bajo la lluvia, alcanzando imágenes en las nubes, enamorada de cada mundo.
Las imágenes de nuestros recuerdos emergen por el tenue horizonte, como escenas precisas y a la vez, nublosas. Puede ser que entre más intento (re)conocerte, más preguntas surgen, se estrellan, crecen.
En ocasiones te visito y fuerte te sostengo. Por todas las veces que no lo hice, por todo aquello que no me permitió hacerlo. Quiero decirte que no estás sola, en realidad nunca lo estuviste. Estoy aquí ahora y llegué para quedarme. Habitas en mí, a diario, presente.
Sigues bailando bajo el diluvio, viviendo entre sueños, llorando al ver el mar. Te siguen conmoviendo los detalles más simples, te maravillan, te convierten suspirar.
Quiero decirte que en ocasiones (siempre) te visito y te sostengo. Te abrazo, te cuido, te comprendo. Te susurro suavemente, “estoy tan orgullosa del milagro que fuiste y eres. Sigues siendo tú, tan igual, tan diferente.”
-Aryana Vega (@serdelmar_)