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Selección: Melissa del Mar

Selección: Melissa del Mar

 

Atardecer de Nahuales

 

Te veo

en Tonanxochilco

vientre que parió a nuestras hijas por nostalgia

en la lejanía del polvo que se levanta

como queriendo que te recuerde.

 

En donde se decoloran las hojas ahuehuete

ahí tu eco, que como marea se extiende hasta diluirse,

es un silencio de pecho rojo presagiando tu regreso nocturno.

 

 

El recuerdo de tu paso, que tantos ignoran

en una piedra enmascarillado, espera a que abracen su cerro llano,

canícula

en el ombligo que vio

al sol nacer.

 

 

Tierra agria,

 agrietada,

que a gritos exige ser reconocida,

como todas sus muertas que aún siguen sin nombre

entre jarillas y riscos,

que hoy reciben un título heredado

que todos saben otro, en donde

 

todavía estás.

 

 

 

Te siento

en madera que se alza ya

en fumarolas que imitan a las almas errantes

de esta tierra que es de paso, 

las semillas que

secan rabia; en tus vísceras ya se van cocinando,

y entre el desierto que encuentro pirul,

te veo en sombras y transitas las raíces,

como te fuiste.

 

Cuauhxochitl, dulce enredado en tu pelo

conservado como las espinas que hoy quito de tu frente

verde llena de un fruto que se concibe rojo, protegido.

 

Y te desvaneces en sabores,

los de este monte oscuro al que coronaron con símbolos no nuestros,

en noches de cielo pilares de cal,

que te enchilan, te endulzan y te amargan.

 

 

 

Basta así para saberse viva,

saberse chile,

                     saberse en lenguas tonales,

saberse lenguas otras,

saberse lenguasmadre,

saberse lenguas sin palabra

saberse pulque,                

saberse herida,

saberse todavía,

como tú.

 

  

 

Te pruebo

 

tierra mística, huelo en tu piel curtida de vainilla y arena seca,

el desplome de sudor y aliento.

 

Porque creo en ti y en lo que tu boca,

que no será mía,

predica en hablas

que con el pasar del día se van desollando

del cuerpo para erguirse libres al caer.

 

Con tu mano que se extiende a la mía,

que siempre lo hizo,

para escuchar, 

para dar,

perfumas las horas en que intentan olvidarte,

y te metes,

dominas,

buscas,

danzas a la luna que pronto

se reflejará en lagos de sangre,

y encuentras, en el hedorincienso de flores muertas, 

como tus hermanas tristes,

la fuerza para quedarte de pie,

como sigues todavía.

 

 

 

 

Te respiro

cuando de las rocas salen lágrimas y se oye ya un

canto de tambor que aúlla,

que te nombra, jadeante entre silbidos

y sé cada golpe, como marea, voz que regresa.

 

Cada temblor que vibra como

el lomo de un agravio pronto a nacer, te llama.

 

Las hojas que cuando hablan saben a lluvia secreta

y que entre murmullos de añil tinte

construyen un canto que

solo se antoja a Mar,

hacen que el suelo bese al pie descalzo

que reza lenguas: solo en el viento se escriben.

 

 

 

 

Y ahora que te toco,

te siento recorrer caminos en mis manos,

sigues tu travesía pisando entre mesetas de agua salada,

un hogar que en silencio fluye

escurriendo hasta regresar a las cuevas a donde pertenecen,

en donde esperando a todas tus hijas,

que en el camino alguien más encontró,

estás todavía.

 

 

Te escucho

 

 

 

y la tarde ya tiene los ojos de todas las madres

que ven nublado el día en el

que su pueblo atardece, que se olvida,

que se chamusca entre luces que ya no crecen,

que están ahí sin saber poner cara a los cuerpos rotos,

a los cuerpos tuyos y míos,

a los de todas,

penetrados hasta que se incendian

en los comales del yermo, y se disuelven.

 

 

 

 

 

Ellas,

a las que no puedo nombrar, porque ya no tienen rostro,

aguardan como Nahuales a que anochezca

para saludar a las que esperan,

a las que siguen buscando,

a las que, a pesar de saberlas

desaparecidas,

enterradas,

muertas, 

 

entre atardeceres

te siguen creyendo viva.

Porque todavía estás.

 

 

 

Delenguasvivas



Se oyó de noche

a la casa desamparada que no se habita,

morada para la salvación de almas.  



Era la escucha florida, el aliento de un dios

que aún no ha sido nombrado, 

pero que desde años ayer se siente. 



Flores carnales provocan cantos llanos, 

  hundidos como la sepultura del tiempo, 

cuando el sol, que vino de otra parte, se queda

a dejar memoria de sí, ofrenda

  para el Mar que nace.  



Truena el hilo,  

llora la tarde

y caminos vírgenes se forman;


ya vendrá el guijarro a señalar el cierzo

que habrá de parir nuestro encuentro. 





Entonces,

se hinchan los carrillos, se adornan las narices, se echan suertes y sacrifican labios. 



Así, brota la historia antigua tejida con todos los cantos 

que se conciben ahora en tu vientre, palabra preñada, 

            sonar de lo que se huella. 


Ya la leña verde cruje cuando le echan fuego y no quiere arder, 

cuando quien da voces, nos llama

en ecos risueños de una habitación vacía. 


Nuestro suelo no nació en la tierra, 

hoy en remansos 

lo sabemos:

su voz, la nuestra, es el ruido del chorro de agua 

que cae sobre otro. 


Somos agua, 

como la lengua, 

fluyendo y viva. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Polifonía



Fragmentada entre los náufragos de tus horas

vagabunda cruzas el viento, libre

y sin temor transitas el tiempo arena, 

en tu hoy actuar, remanso ya de lo pasado. 



Tus paredes se deslavarán entre las sinalefas que se yerguen verdes. 

Y los rostros de las estatuas serán todos los de la paz personificada. 

Algún día los muros de la cofradía caerán estruendosos, 

sin reconocer diferencias entre lo que (ya no) dividen. 



En tu andar cotidiano 

hermanándote vas con todas las muertes, 

con los cuerpos rotos, sin nombre, 

con los cuerpos ausentes, de siempre. 



Y tú  sigues en una duermevela

desconocida, buscando el silencio

que permita escuchar todos los vocablos enardecidos.  

Que rebeldes, tendrán nuevas melodías. 


Y es que cantarán

con una lengua otra 

aquellas almas que, como tú, 

también morirán gritando

para que ya ninguna voz sea inaudible. 



Tu batalla es la de todos 

  y tu causa enredada 

en un enjambre de sueños 

que no despiertan, es por la que somos.  



Me rehúso a encontrar tu lucha como una ajena a la mía. 

pues se alzan tuyas y nuestras

sin dejar de ser ninguna. 



Duerme sabiendo que tus palabras tienen eco 

en mis huesos que se deshacen ante esta  rabia que se acumula. 

Y en este ser sin sentido 

que venimos construyendo 

por nuestro cantar variopinto, 

le recuerdo feroz

al que fallidamente te ha intentado callar:  


En esta canción que todos componemos, 

para que una voz suene, 

tienen que hacerlo todas. 




 

 

 

 

 

 








tierramadre


Entre el cobijo algodón 

que es tu voz, 

encuentro lo que 

me hicieron olvidar. 

Veo en tus remansos, brotar

el fruto en donde me vivo con el miedo 

único

de no encontrar sino tu silencio. 

Me sé en tu mirada, 

fractal en donde existen nuestros entramados, 

que saben cómo las raíces tuyas y mías

se trenzan en donde el tiempo no pasa. 

Ahí en donde puedo 

ser tú 

al mismo tiempo que tú eres.


Tu tallo es el pecho en el que lato, 

palpito al ritmo de las voces nuestras. 

Te vuelves el espacio sacro 

en donde la muerte se desvanece 

florida; y a pesar de todo estás, 

con tu calma que es marea, 

calmarea, 

que todo lo regresa como recuerdos de agua tibia. 

Tu tronco  fragmentado 

en quienes te somos

 irradia sueños nutridos 

y nos crecemos entre tus palabras,

pronunciadas desde

el calor que fluye por tu palma que nos 

entreteje.



Semilla somos una,

nacida

de ti.

 

*los textos se han ajustado al formato de la página. 

Sigue el trabajo de Melissa desde sus cuentas en instagram: 

@meli_delmar
@poeta_del_mar

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