Atardecer de Nahuales
Te veo
en Tonanxochilco
vientre que parió a nuestras hijas por nostalgia
en la lejanía del polvo que se levanta
como queriendo que te recuerde.
En donde se decoloran las hojas ahuehuete
ahí tu eco, que como marea se extiende hasta diluirse,
es un silencio de pecho rojo presagiando tu regreso nocturno.
El recuerdo de tu paso, que tantos ignoran
en una piedra enmascarillado, espera a que abracen su cerro llano,
canícula
en el ombligo que vio
al sol nacer.
Tierra agria,
agrietada,
que a gritos exige ser reconocida,
como todas sus muertas que aún siguen sin nombre
entre jarillas y riscos,
que hoy reciben un título heredado
que todos saben otro, en donde
todavía estás.
Te siento
en madera que se alza ya
en fumarolas que imitan a las almas errantes
de esta tierra que es de paso,
las semillas que
secan rabia; en tus vísceras ya se van cocinando,
y entre el desierto que encuentro pirul,
te veo en sombras y transitas las raíces,
como te fuiste.
Cuauhxochitl, dulce enredado en tu pelo
conservado como las espinas que hoy quito de tu frente
verde llena de un fruto que se concibe rojo, protegido.
Y te desvaneces en sabores,
los de este monte oscuro al que coronaron con símbolos no nuestros,
en noches de cielo pilares de cal,
que te enchilan, te endulzan y te amargan.
Basta así para saberse viva,
saberse chile,
saberse en lenguas tonales,
saberse lenguas otras,
saberse lenguasmadre,
saberse lenguas sin palabra
saberse pulque,
saberse herida,
saberse todavía,
como tú.
Te pruebo
tierra mística, huelo en tu piel curtida de vainilla y arena seca,
el desplome de sudor y aliento.
Porque creo en ti y en lo que tu boca,
que no será mía,
predica en hablas
que con el pasar del día se van desollando
del cuerpo para erguirse libres al caer.
Con tu mano que se extiende a la mía,
que siempre lo hizo,
para escuchar,
para dar,
perfumas las horas en que intentan olvidarte,
y te metes,
dominas,
buscas,
danzas a la luna que pronto
se reflejará en lagos de sangre,
y encuentras, en el hedorincienso de flores muertas,
como tus hermanas tristes,
la fuerza para quedarte de pie,
como sigues todavía.
Te respiro
cuando de las rocas salen lágrimas y se oye ya un
canto de tambor que aúlla,
que te nombra, jadeante entre silbidos
y sé cada golpe, como marea, voz que regresa.
Cada temblor que vibra como
el lomo de un agravio pronto a nacer, te llama.
Las hojas que cuando hablan saben a lluvia secreta
y que entre murmullos de añil tinte
construyen un canto que
solo se antoja a Mar,
hacen que el suelo bese al pie descalzo
que reza lenguas: solo en el viento se escriben.
Y ahora que te toco,
te siento recorrer caminos en mis manos,
sigues tu travesía pisando entre mesetas de agua salada,
un hogar que en silencio fluye
escurriendo hasta regresar a las cuevas a donde pertenecen,
en donde esperando a todas tus hijas,
que en el camino alguien más encontró,
estás todavía.
Te escucho
y la tarde ya tiene los ojos de todas las madres
que ven nublado el día en el
que su pueblo atardece, que se olvida,
que se chamusca entre luces que ya no crecen,
que están ahí sin saber poner cara a los cuerpos rotos,
a los cuerpos tuyos y míos,
a los de todas,
penetrados hasta que se incendian
en los comales del yermo, y se disuelven.
Ellas,
a las que no puedo nombrar, porque ya no tienen rostro,
aguardan como Nahuales a que anochezca
para saludar a las que esperan,
a las que siguen buscando,
a las que, a pesar de saberlas
desaparecidas,
enterradas,
muertas,
entre atardeceres
te siguen creyendo viva.
Porque todavía estás.
Delenguasvivas
Se oyó de noche
a la casa desamparada que no se habita,
morada para la salvación de almas.
Era la escucha florida, el aliento de un dios
que aún no ha sido nombrado,
pero que desde años ayer se siente.
Flores carnales provocan cantos llanos,
hundidos como la sepultura del tiempo,
cuando el sol, que vino de otra parte, se queda
a dejar memoria de sí, ofrenda
para el Mar que nace.
Truena el hilo,
llora la tarde
y caminos vírgenes se forman;
ya vendrá el guijarro a señalar el cierzo
que habrá de parir nuestro encuentro.
Entonces,
se hinchan los carrillos, se adornan las narices, se echan suertes y sacrifican labios.
Así, brota la historia antigua tejida con todos los cantos
que se conciben ahora en tu vientre, palabra preñada,
sonar de lo que se huella.
Ya la leña verde cruje cuando le echan fuego y no quiere arder,
cuando quien da voces, nos llama
en ecos risueños de una habitación vacía.
Nuestro suelo no nació en la tierra,
hoy en remansos
lo sabemos:
su voz, la nuestra, es el ruido del chorro de agua
que cae sobre otro.
Somos agua,
como la lengua,
fluyendo y viva.
Polifonía
Fragmentada entre los náufragos de tus horas
vagabunda cruzas el viento, libre
y sin temor transitas el tiempo arena,
en tu hoy actuar, remanso ya de lo pasado.
Tus paredes se deslavarán entre las sinalefas que se yerguen verdes.
Y los rostros de las estatuas serán todos los de la paz personificada.
Algún día los muros de la cofradía caerán estruendosos,
sin reconocer diferencias entre lo que (ya no) dividen.
En tu andar cotidiano
hermanándote vas con todas las muertes,
con los cuerpos rotos, sin nombre,
con los cuerpos ausentes, de siempre.
Y tú sigues en una duermevela
desconocida, buscando el silencio
que permita escuchar todos los vocablos enardecidos.
Que rebeldes, tendrán nuevas melodías.
Y es que cantarán
con una lengua otra
aquellas almas que, como tú,
también morirán gritando
para que ya ninguna voz sea inaudible.
Tu batalla es la de todos
y tu causa enredada
en un enjambre de sueños
que no despiertan, es por la que somos.
Me rehúso a encontrar tu lucha como una ajena a la mía.
pues se alzan tuyas y nuestras
sin dejar de ser ninguna.
Duerme sabiendo que tus palabras tienen eco
en mis huesos que se deshacen ante esta rabia que se acumula.
Y en este ser sin sentido
que venimos construyendo
por nuestro cantar variopinto,
le recuerdo feroz
al que fallidamente te ha intentado callar:
En esta canción que todos componemos,
para que una voz suene,
tienen que hacerlo todas.
tierramadre
Entre el cobijo algodón
que es tu voz,
encuentro lo que
me hicieron olvidar.
Veo en tus remansos, brotar
el fruto en donde me vivo con el miedo
único
de no encontrar sino tu silencio.
Me sé en tu mirada,
fractal en donde existen nuestros entramados,
que saben cómo las raíces tuyas y mías
se trenzan en donde el tiempo no pasa.
Ahí en donde puedo
ser tú
al mismo tiempo que tú eres.
Tu tallo es el pecho en el que lato,
palpito al ritmo de las voces nuestras.
Te vuelves el espacio sacro
en donde la muerte se desvanece
florida; y a pesar de todo estás,
con tu calma que es marea,
calmarea,
que todo lo regresa como recuerdos de agua tibia.
Tu tronco fragmentado
en quienes te somos
irradia sueños nutridos
y nos crecemos entre tus palabras,
pronunciadas desde
el calor que fluye por tu palma que nos
entreteje.
Semilla somos una,
nacida
de ti.
*los textos se han ajustado al formato de la página.
Sigue el trabajo de Melissa desde sus cuentas en instagram:
@meli_delmar
@poeta_del_mar